El submarino ARA San Juan (S-42) fue construido entre 1982 y 1985 en los astilleros Thyssen Nordseewerke, en Emden, República Federal Alemana.
Perteneciente al tipo TR-1700, fue la construcción número TNSW 465 del astillero.
Estos submarinos diésel-eléctricos alcanzan 25 nudos en inmersión y pueden sumergirse hasta 300 metros. Además, poseen una notable autonomía, tanto en superficie como bajo el agua.
Su desplazamiento es de 2.116 toneladas en superficie y 2.264 en inmersión. Con seis tubos lanzatorpedos, tienen capacidad para disparar torpedos filoguiados y lanzar minas, lo que los convierte en unidades altamente eficientes y modernas para su época.
Fui comandante de quilla durante su construcción en TNSW desde enero de 1982 y participé en las pruebas en el Mar del Norte.
El 18 de noviembre de 1985 realizamos la ceremonia de afirmación del pabellón argentino y, tras una navegación de adiestramiento, zarpamos desde Emden hacia Mar del Plata el 21 de diciembre.
La travesía por el Canal de la Mancha fue muy dura, con vientos de 50 a 60 nudos. Durante el trayecto, buques ingleses nos siguieron hasta el punto de inmersión, al atardecer del 24.
Esa Nochebuena la celebramos a 50 metros de profundidad, bajo las aguas europeas.
En el Golfo de Vizcaya, el temporal se intensificó y, al hacer snorkel, los violentos bandazos detenían los motores por una falsa indicación de falta de aceite. Finalmente, el 18 de enero de 1986 llegamos a Mar del Plata, luego de que un fuerte temporal azotara la ciudad y cerrara el puerto. Al amanecer, cuando el cielo se despejó, amarramos con un sol radiante en nuestra dársena.
Durante 1986 realizamos las pruebas de recepción del sistema de armas, con lanzamientos de torpedos y minas cerca de Mar del Plata.
Entregué el comando en febrero de 1987. Años después, como Jefe del Estado Mayor de la Fuerza de Submarinos, supervisé el adiestramiento de las tripulaciones en el mar y en simuladores, comprobando con orgullo su alto nivel operativo.
El ARA San Juan participó en ejercicios conjuntos con la US Navy en el Atlántico Norte, donde tuvo destacada actuación. Tiempo después, lo visité nuevamente en 2013, tras las reparaciones. Conversando con su dotación, percibí el mismo espíritu de camaradería y orgullo que siempre caracterizó a la Armada Argentina.
En 1980, la Armada comenzó a incorporar mujeres en carreras profesionales y, en 2002, habilitó su ingreso a la Carrera de Comando.
Entre ellas, desde Misiones llegó Eliana María Krawczyk, quien tras graduarse decidió especializarse en submarinos. Sirvió cuatro años en el ARA Salta y, posteriormente, fue destinada al ARA San Juan, donde se desempeñó como Jefa de Armamento.
Eliana se convertiría en la primera mujer submarinista de la República Argentina y Sudamérica.
Una noche mi esposa me dijo: “Carlos, se perdió el San Juan”.
Recuerdo ese instante con una mezcla de estupor, incredulidad, dolor y esperanza. Quise pensar que era una falsa noticia, aunque pronto la experiencia me indicó lo contrario.
Sentí que mi deber era con los familiares y camaradas: hablar con la verdad, sin especulaciones, desde el conocimiento técnico y la empatía.
Cuando finalmente se confirmó la tragedia, traté de brindar consuelo explicando que la muerte había sido instantánea, sin sufrimiento, debido a la magnitud del siniestro.
Durante la búsqueda, recordaba una experiencia de 1986: una mina que no salió a superficie durante un ejercicio. A pesar de tenerla perfectamente localizada, no pudimos hallarla por las irregularidades del fondo marino. Comprendí entonces la enorme dificultad de encontrar al San Juan, y lamentablemente, el tiempo me dio la razón.
Cuando al fin fue hallado, destrozado en un profundo cañadón submarino, sentí una mezcla de dolor y alivio. Al menos ahora sabemos dónde están, cumpliendo su patrulla eterna como buenos marinos.
Nos quedan los buenos recuerdos, los momentos felices vividos junto a nuestros camaradas y seres queridos.
Esos recuerdos, además, son el lazo que permanece y nos ayuda a transitar el dolor.
Años más tarde, vi el documental La noche submarina, rodado veinte años atrás a bordo del ARA San Juan. Fue una experiencia conmovedora: reviví la vida en los submarinos, la disciplina silenciosa, la convivencia en espacios reducidos, la camaradería y la confianza mutua.
El director, Alejo Moguillansky, logró retratar la esencia de nuestra actividad. Agradezco profundamente a quienes guardaron ese material y lo convirtieron en testimonio.
Ese documental me ayudó a continuar elaborando el duelo y, del mismo modo, creo que también puede ayudar a los familiares de los 44 tripulantes del ARA San Juan a recordar a sus seres queridos como eran: comprometidos, alegres y apasionados por su vocación naval.
El ARA San Juan fue, y seguirá siendo, símbolo de honor, valor y lealtad.
Sus tripulantes descansan en las profundidades del Atlántico, custodiando así la memoria de toda una Nación.